¡Atención, atención! Llega a Montevideo tu sueño hecho realidad. Por primera vez tendrás la posibilidad de viajar en el tiempo. Como siempre lo soñaste. ¡Atención, atención! Llega a Montevideo...
Los cuatro amigos sonreían nerviosamente. Desde que supieron que los viajes en el tiempo comenzaban a estar disponibles comercialmente, no hicieron otra cosa que ahorrar y esperar. Los cuatro tenían oficios diferentes, pero a todos los unía la fascinación por la historia. Aunque ninguno era historiador profesional, las charlas sobre hechos históricos o sobre la vida en otras épocas eran el punto obligado década una de sus reuniones.
Por eso, cuando se dieron cuenta de que iban a poder vivir otras épocas, se revolucionaron. Comenzaron a preparar sus viajes en el tiempo e hicieron un pacto. Ninguno contaría a que momento o época histórica viajaría. No había que interferir en los proyectos del otro. Solo a la vuelta compartirían las enormes alegrías de aquellas vistas a sus sueños.
El día antes de comenzar sus viajes se reunieron alrededor de la mesa de siempre. Brindaron, casi en silencio y se prometieron el reencuentro en el mismo lugar.
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Marcelo fue el último en llegar. En la mesa hacía rato que reinaba un silencio incómodo. Él se dio cuenta de que las caras no reflejaban la alegría esperada pero poco le importó. Llegó y empezó a hablar. Casi sin parar, se sacó de adentro la amargura que trajo de aquel viaje.
"ustedes saben que yo no soy muy profundo. No resisto grandes análisis ni me gustan los procesos lentos. Yo fui buscando acción. Yo fui a buscar los momentos de las grandes decisiones históricas. Yo quise ver a los grandes hombres cambiando el mundo"
Recién ahí miro a sus compañeros. Parecía haber quebrado un gran bloque de hielo que los había estado congelando. Las caras revivían escuchándolo. El también revivía. Tomo un vaso de agua y prosiguió.
" ¿saben que encontré?...mierda. Quise ver la génesis del socialismo y me enteré que las grandes discusiones entre Bakunin y Marx no eran mas que elaboraciones teóricas de problemas personales. No lo podía creer.
Me calenté, me fui a la edad media y ví morir miles en guerras nacidas en los caprichos de un rey. El tiempo de mi viaje se terminaba. Harto de los dirigentes, quise buscar a los genios. Estuve con Einstein y supe que era un viejo egoísta incapaz de querer a las personas que lo rodeaban...
...no hay grandes decisiones. Solo hay enormes casualidades"
Terminó casi llorando.
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Después de consolar a Marcelo, los demás se miraron. Ángela tomo la palabra:
" yo estaba convencida que podía encontrar a comunidades en equilibrio con la naturaleza. Quise convivir con gente que trabajaba para ganarse el pan sin destruir todo a su paso. Yo me fui a Europa a mediados del siglo XVI. Viví unos meses en un pueblito donde me recibieron con naturalidad y donde, por un ratito, fui feliz. Pero a finales de la primavera ( justo la época mas feliz!) apareció el primer enfermo. Obviamente, las pócimas y brebajes no le hacían mucho efecto. Pero eso no fue lo peor. Alrededor del enfermo, día y noche, había gente rezando. Niños y viejos, mujeres y varones, todo el pueblo paso por ahí. A las dos semanas ya había decenas de contagiados. Yo no sabía como ayudarlos, quise explicar el origen de la enfermedad y me dijeron que Dios estaba enojado. Por eso rezaban y se congregaban en torno a los enfermos. Propuse aislar a los moribundos y casi me echan del pueblo. Antes de volver, enterré al último habitante. Atrás mío quedó un pueblo fantasma"
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Darío empezó su cuento casi avergonzado. "Sabían que lo mío iba a tener que ver con el fútbol, ¿no? Imagínense lo que ha sido crecer con cuentos que venían desde la época de mi bisabuelo endiosando el fútbol de los comienzos. Yo quise vivirlo. Cuando presencie el primer partido de los años 40 pensé que algo en el viaje estaba mal....no podía ser tan lento. Nunca, nunca me aburrí tanto en un estadio de fútbol.
Ví jugadores obesos, canchas descuidadas, estadios incómodos. Avancé unos años, ví las primeras Libertadores...¡una vergüenza! Tipos que entraban a la cancha a lesionar salvajemente al rival, jugadores armados con alfileres, la policía hostigando al cuadro visitante. Me metí en los vestuarios y ví a jugadores recibir palizas por no ganar (o por no perder) partidos. Ví todos los arreglos posibles entre dirigentes que compraban árbitros, periodistas y jugadores como una cosa de todos los días.
Nada de lo que ví se parecía a deportividad o juego limpio, eso en el pasado no existía.
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Mariana fue la última. "para mí no había muchas opciones, así que fui directamente a Galilea en el año 30. Yo quería escuchar su mensaje sin intermediarios. La verdad es que tenía miedo de que nadie supiera de un profeta o de un maestro que enseñaba en público. Cuando llegué, le pregunte a anciano que rápidamente me llevo a escuchar a su maestro. Decía cosas hermosas y yo estaba extasiada. Sinm embargo al día siguiente encontré en la plaza a otro hombre que enseñaba y que también decía ser el profeta. Tan convincente como el primero, con tantos seguidores como el otro. Encontré decenas de ellos. Con la vida de cualquiera de ellos se pudo escribir el evangelio. Yo fuí a buscar al hombre que cambió el mundo. Encontré un mundo que esperaba un cambio y a cientos dispuestos a tomar ese lugar.
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Estaban más aliviados, de eso no había duda. Al rato, en medio de las angustias y decepciones que habían traído de los viajes, empezaron a aparecer anécdotas divertidas, aprendizajes, sorpresas agradables.
Reían, reían otra vez. Habían vuelto a su tiempo y ya habían aprendido que todo tiempo pasado es mejor solo cuando se lo mira desde el presente.