lunes, 26 de noviembre de 2012

Reciclados

Decían los sabios que la mayor parte de aquel enorme planeta era desierto y que toda la vida transcurría alrededor de la carretera. Esta era a la vez el lugar y el motivo de la vida de sus habitantes, pues tenía en un extremo la fuente de alimentos y en el otro el tiradero de sus residuos.

Así la vida de aquella civilización pasaba, por así decirlo, viajando entre el comedor y el baño. El bosque de los alimentos era la parte más feliz del planeta y ningún habitante se interesaba por lo que podría haber más allá.

Con los años, se habían adentrado más y más consumiendo y haciendo retroceder al bosque pero este parecía no tener fin. Las reglas sociales eran muy estrictas y nadie se habría atrevido a tirar residuos en otro lugar que no fuera el tiradero. Cada día recorrían la carretera hasta el otro extremo y se volvían lo más rápido posible de aquel lugar feo y maloliente. Al paso del tiempo el tiradero crecía pero sin embargo parecía que nunca se acercaba.

En el medio de aquellos puntos extremos aquellos seres se reproducían, criaban sus pequeños, festejaban, lloraban y dormían...ah! y a veces contaban historias. Contar historias era una de las cosas que más le gustaban.

La historia preferida de aquel mundo contaba que del otro lado del tiradero había unos seres monstruosos que vivían de comer los residuos. Por supuesto, esa era una historia inventada para asustar a los pequeños, pues nadie nunca había atravesado el inmemorial tiradero.

Si lo hubieran hecho se habrían encontrado con unos seres que vivían alrededor de otra carretera. Era verdad que comían en el tiradero, pero ellos le llamaban bosque de alimentos y cada día lo consumían y se maravillaban de que nunca se acababa. 

Esos otros seres viajaban por su carretera y llevaban sus residuos al otro lado del planeta donde "su" tiradero también crecía sin agobiarlos. 

Lo más raro era que en la mitología de ese otro pueblo se hablaba de otros seres, que vivían de este lado, alrededor de una carretera y que...

jueves, 2 de febrero de 2012

Sebastián a través del agujero



Sus nietos tenían la costumbre de buscar cosas raras y curiosas en Internet. Y lo que le mostraron aquel día le cambió la vida. Mejor dicho, le decidió a terminar con su vida.

Pero no fue algo triste o dramático lo que le mostraron. No. 



Más bien le demostraron que el  sueño tanta veces soñado podía ser real.

Porque el abuelo Sebastián llevaba años soñando que navegaba en un lago tranquilo y de pronto caía en un enorme hoyo, como si fuera el agujero de la pileta cuando sacamos el tapón. Pero esa caída era placentera, aliviante (porque lo aliviaba de sus dolores) y alivianante (porque lo convertía en un ser sin gravedad, era una caída en la que casi flotaba).

Desde hacía tiempo que con esa imagen cada noche se dormía feliz y cada mañana lamentaba tener que volver al mundo real de su cuerpo pesado y sus dolores.

Por eso, cuando su nieto Martín le mostró el "Monticello Dam" en California, supo que tenía que ir y hacer su sueño realidad.
....

Por supuesto que acercarse al gigantesco agujero en medio de aquel lago artificial no le fue nada fácil. Hubo que inventar excusas en la familia, sobornar a funcionarios para obtener permisos y finalmente escapar de los guardias.

En otro momento de la vida de Sebastián aquello hubieran sido aventuras dignas de detallar, sin embargo ahora eran como el preludio de lo verdaderamente importante. Como el prólogo de su novela maestra escrita por otro autor muy menor. Lo verdadero estaba adelante, estaba dentro de aquel agujero.

Por eso solo vale la pena contar que finalmente llegó. Tal cual en sus sueños, solo en su pequeño bote se dejó arrastrar por el gigantesco vórtice. Y tal cual en sus sueños, disfrutó y flotó. Flotó y disfrutó.
....

Cuando horas después lo reanimaron, el los miraba con una sonrisa profunda. Sus familiares  le querían explicar que casi había muerto, que los mecanismos de seguridad del agujero artificial lo habían salvado y que solo como un milagro  podía explicarse que no se hubiera ahogado.

El no decía nada pero tenía la convicción que estaba del otro lado del agujero. En un mundo espejo donde esta gente (los familiares de su doble quizá?) no se daba cuenta que el venía desde el otro lado.

Igual poco importaba. Ya sabía que su doble había pasado al otro lado (a su mundo) cruzándose con el y que solo hubo un momento donde el se encontró con sí mismo. Solo un momento, adentro del agujero.

Y toda la vida había valido la pena por ese momento.