jueves, 31 de marzo de 2011

Auris y la desmemoria


Javier, el maestro de historia, había hecho lo mismo de todos los años. Les pidió a los niños que trajeran información sobre sus familias, especialmente padres y abuelos. Ese material era siempre más o menos parecido y servía como arranque para conversar sobre los últimos 50 años de la colonia.

Es que la colonia Auris, en el lado oculto de la luna, contenía una comunidad orgullosa de sus logros y de su estilo de vida. Por eso, la enseñanza de la historia en las escuelas se centraba en esos 50 años y reforzaba el optimismo generalizado en la ex-base militar.

Pero aquel niño llegó a la escuela con una historia distinta. Federico había estado hurgando en viejos archivos familiares y, vaya a saber de donde, había aparecido un diario de su tatarabuela en la que relataba la vida en el planeta madre, ese al que la colonia siempre la daba la espalda.

El maestro no se alarmó, después de todo la educación oficial  no negaba la historia antigua sino que solamente la minimizaba, pero le advirtió a los niños que “había que tomar con mucho cuidado esas informaciones sobre el pasado, pues suelen contener muchas mentiras”.

La advertencia no era del todo mentirosa. Ocultado por la historia oficial, el pasado terrestre se había vuelto campo fértil para las fantasías de los pobladores más impresionables y, sobre todo los niños, escuchaban demasiado seguido las más improbables aventuras en aquel territorio olvidado.

Por eso Javier no pudo evitar que todos los niños se abalanzaran sobre la reproducción de aquel diario que Federico mostraba como un tesoro. Pero en vez de eso, el maestro le pidió el material y comenzó a leer párrafos mientras sonreía.

-         A ver. Esto dice que vivía en un lugar llamado Uruguay…no recuerdo ningún lugar así.

Los dedos de los niños volaron buscando la información que el maestro negaba. Enseguida una voz se escucho en el fondo:

-         Pero sí maestro. Acá dice que hubo un país llamado Uruguay.

Javier se sentía incómodo y quiso arremeter contra algunas otras informaciones absurdas que aparecían en el diario. Sin embargo, una tras otra, los niños las confirmaban.

-         Es verdad lo que dice de cómo vivían
-         Y es también verdad  lo de la guerra. Parece que fueron invadidos porque tenían una gran riqueza.

Aquello se le había ido de las manos. El maestro estaba a punto de terminar la clase pero temía que eso provocara más y más interés de sus alumnos por el pasado terrestre. No había salida. El debía demostrar que aquello era falso, pero ¿cómo?

De pronto le brillaron los ojos y leyó en voz alta:

“…hoy un hombre pobre llamó a la puerta de casa y pidió agua. Mamá le dio una botella y me dijo: el agua no se le niega a nadie

Una risotada general resonó entre aquellos niños. ¿Un país donde a los pobres se les regalaba el agua? ¿Qué clase de broma absurda era esa?

No podía ser. El agua, el bien de más alto valor, la mercadería más cuidada y regulada había escaseado siempre. En este y en todos los mundos siempre había valido muchísimo y eso era obvio para cualquiera.

Un avergonzadísimo Federico tomó el diario que el maestro Javier le devolvía. Con una sonrisa condescendiente este le dijo:

-         Fede, siempre acordate que no podemos creer todo lo que dicen por ahí.

martes, 1 de marzo de 2011

Con la música a otra parte


1.

Carolina le tenía miedo. El involucramiento cada vez mayor de su marido con su trabajo la ponía nerviosa. A ella nunca le había gustado ese trabajo. Manipular los recuerdos de la gente...¡que asco! Sabia que era una costumbre de moda y que eso era bueno para la compañía de su esposo pero no podía evitar la sensación de asco ante la posibilidad de mal uso de aquella tecnología. Ella sentía que los pacientes - nunca pudo decir clientes como decía su esposo - estaban indefensos ante el operario que introducía en su cerebro un pasado recién preparado.

¿Y si se equivocaban? ¿Y si el operario era deshonesto, malicioso o simplemente un vándalo dispuesto a destruir mentes ajenas? Su marido le había repetido hasta el hartazgo las seguridades de la compañía y los rigurosos exámenes de ingreso para los operarios.Pero ella también lo había acompañado a fiestas con compañeros de trabajo y había escuchado las bromas. Esas bromas que la habían dejado sin dormir pensando en el poder de esa gente.

Emiliano, su marido, también tenía miedo. Pero era un miedo más simple, por lo menos uno más común. El temía que ella lo abandonara. A su edad ya había visto demasiadas veces parejas de amigos destruidas sin ninguna razón aparente, sin ningún aviso previo. Es que ahora era tan fácil simplemente escaparse a una vida nueva. Firmabas unos papeles y tenías asegurado casa y trabajo en otro planeta tan habitable como éste. Las compañías colonizadoras reclutaban gente por doquier y cada vez ofrecían más. Ellos pescaban gente aburrida y se encargaban de que ningún marido o esposa molesto pudiera rastrear a los nuevos colonos deseosos de emociones. El resultado era que cada vez más fácilmente las personas escapaban de sus responsabilidades alegando aburrimiento y un día como cualquiera...¡pum! Simplemente desaparecían. El pobre marido o esposa abandonado solo recibía una notificación policial de que la desaparición era voluntaria...y una advertencia de que estaba legalmente prohibido intentar encontrarla.

2.

Diez años antes se habían casado ilusionados, como todo el mundo. Emiliano había aceptado un trabajo rutinario pensando en costear sus estudios. Carolina en cambio ya era una promesa política local. Su capacidad de liderazgo y su visión de futuro la pusieron rápidamente en la mira de las prósperas empresas espaciales dedicadas a la colonización Se resistió por algunos años a ofertas de sueldos que nunca había imaginado. Finalmente, había abandonado la política con más amigos que enemigos y el dinero había dejado de ser un problema en su hogar. El único reproche que alguien podría hacerle era que no había querido tener hijos. Pero ese alguien no era su esposo. El se sentía demasiado culpable de no haber llegado a demasiado. Además de triunfar, aquella mujer había tenido tiempo de consolarlo en sus depresiones, hacerle su lugar sin eclipsarlo, apoyarlo en sus decisiones (aun cuando dejó sus estudios) y defenderlo ante un mundo que lo consideraba un apéndice de su superesposa. No, sin duda que Emiliano no tenía reproches para ella...aunque últimamente tampoco le tenía confianza.

3.

- Estás nerviosa - dijo su amiga
- Puede ser, no es para menos - respondió Carolina mirando rápidamente las demás mesas del café
- ¡No entres en paranoia, parece que tuvieras miedo que te sigan!
- Eso te pasa cuando perdés la confianza en quien más confiabas...después vivís sospechando. Ya sospecho de todos, de todo. Estoy muy cansada, Marita. Ya no quiero seguir así.
- Pero...¿que te hizo Emiliano?
- Eso es lo peor...no puedo culparlo de nada.
- ¿entonces?
- Bueno, vos sabés bien que entre nosotros el "éxito" personal siempre fue un tema. Cuando yo empecé a ganar mucho dinero, el se puso como celoso...en realidad me sale decir "envidioso" pero me da vergüenza
- Pero yo pensé que era temas viejos, superados. ¿Siguen discutiendo por esas cosas?
- No, ya no discutimos. Por algún tiempo pensé que el lo había aceptado, que entendía cual era el lugar de cada uno en el mundo. Pero desde hace un tiempo...no sé...el está muy metido con su trabajo...y como me mira a veces...vivo con la sensación de que trama algo...
- ¿Así que le está yendo bien en su trabajo?
- No es que gane más ni tuvo un ascenso ni nada, pero está más concentrado en su trabajo, a veces en casa lo he visto estudiando...esas cosas
- Caro, sos muy mala.
- ¿Por?
- Le faltás el respeto al pobre Emiliano. Tanto despreciás su trabajo que ni lo nombrás...solo decís "esas cosas"
- No tengo la culpa de que me desagraden, no?
- Mirá Caro, hasta donde yo veo es la primera vez en la vida que tu marido está entusiasmado con su trabajo...y vos estás molesta. Sería lo más normal si no fuera tan injusto. Vos siempre fuiste la exitosa y el tuvo que vivir a tu sombra. ¿El tipo no puede tener un ratito de entusiasmo en la vida? No seas mala...

Mordiendo la rabia, Carolina solo pudo decir irónicamente: Gracias, Marita, si querías bajonearme del todo, ¡ya lo lograste!

A partir de ese momento, Marita se pasó luchando contra el fastidio que se apoderó de la conversación. Sin demasiado éxito.

4.

La luz en la oficina de Emiliano seguía encendida a pesar de que ya hacía varias horas que la mayoría de sus compañeros de "Recuerdos Corp." se habían ido. A los empleados de limpieza no les extrañó. Ya se habían acostumbrado a aquel empleado casi obsesionado con el trabajo.
Pero ese día estaba lejos de ser uno cualquiera. Emiliano había cobrado el día anterior los honorarios de seis meses de esfuerzos extras. Tenía en su bolsillo una pequeña fortuna y de eso hablaba con uno de los empleados del depósito:

- muy bien, González, ya junté todo...seis meses me llevó, pero acá está. ¿Vos tenés lo tuyo?
- por supuesto, recién "rescatado" de la quema, casi un último modelo. Me parece que estás comprando barato.
- no me hagas el verso a mi. Si esto estaba para ser destruído y vos lo vendés como si fuera nuevo. ¿No tendrá defectos? Lo mío es algo delicado...
- nada de defectos. A estos los sacan de la venta solo porque lanzan un modelo nuevo. Además está revisado y...quitado del sistema. Nadie sabe que lo tenés, nadie sabe para que lo usás...

Emiliano sudaba mientras entregaba sus ahorros a cambio de un pequeñísimo paquete. Lo abrió cuidadosamente y miró con detenimiento el adminículo electrónico que contenía. González se dio cuenta de que Emiliano soñaba despierto...

- estás emocionado. ¿Que vas a hacer con eso?
- vos lo dijiste González: nadie va a saber que lo tengo, nadie va a saber para que lo uso

5.

Como muchas amigas, Carolina y Marita no podían pasar mucho tiempo peleadas. Así que la misma mesa las volvió a reunir 10 días después de la última discusión.

- Mari, que razón tenías. Me da vergüenza pensar en las cosas que te dije. Y como destraté a Emi todos estos años...
- ¡Caro, que alegría! No puedo creer que hayas cambiado de opinión tan rápido. ¿Será que yo te influyo tanto? - le dijo entre risas
- Bueno no tanto. El día que discutí contigo me fui más convencida de lo que vine. Además llegué a casa y Emi llegó tardísimo y más misterioso que nunca. Yo estaba tan harta que ya había empezado a pensar en irme de casa.
- ¿Y entonces? ¿Que te hizo recapacitar?
- La cosa empezó con un regalo que el me hizo, fue todo un detalle.
- ¿Que te regaló?
- Mirá - dijo Carolina corriéndose el pelo y mostrándole unas pequeñas caravanas

Marita miró extrañada aquella bijouterie no demasiado bonita y en la que se adivinaba alguna función electrónica

- Que...que originales...- alcanzó a decir
- A mi no me gustaron mucho al principio pero, ¿sabés que? Sirven para escuchar música. No es música sintonizada sino música que está en tus recuerdos. Viste que en la empresa de Emi trabajan con eso de los recuerdos, ¿no?
Marita no podía creer lo que escuchaba
- ¿Emi te reconquistó con algo que te trajo de su trabajo? ¡Pero si vos odiás su trabajo!
- ¡Mari, no tenés solución! Si yo me enojo con Emi, lo defendés. Si me reconcilio, le buscás los defectos.
- Perdoname Caro, no es eso, pero me sorprendió lo que dijiste de su trabajo
- Además yo siempre admiré su trabajo, lo importante que es, lo que el ha progresado en la empresa todos estos años
- ¡Pero Caro...! - dijo Marita casi gritando. Sin embargo, no pudo terminar la frase. Un miedo a lo desconocido la ahogó y la llenó de ganas de irse.
Todo el resto de su conversación fueron excusas para zafar de esa extraña tan parecida a su amiga.

6.

- ¿Que pasa Emiliano, algún problema?
- No González, en realidad todo funciona bien, pero solo quería hacerte una pregunta: el aparatito, ¿es seguro? ¿No tiene otros efectos?
- Emiliano, vos compraste un simulador de recuerdos de lo mejor. El aparato no tiene fallas pero vos bien sabés que el problema con estas cosas son los abusos. ¿Vos para que lo estas usando?
- Yo...ehh...lo uso para mejorar mi opinión acerca de alguien. Era una persona que yo injustamente despreciaba y el aparato me refuerza los buenos recuerdos que yo tengo de ella, nada más.
- Bueno, pero no abuses. Si no, vas a terminar endiosando a esa persona y vas a perder la noción de realidad
- Gracias, che, vos sos un amigo.

…"endiosando" había advertido González. Pero Emiliano disfrutaba con esa palabra "vas a terminar endiosando a esa persona"

7.

Otra vez esa mesa de café. Pero esta vez Marita no se animó a ir sola. La llamada de Carolina la había llenado de miedo y le pidió a una prima que la acompañe. Hacía casi dos meses de la última charla con Carolina.

Cuando la vió llegar notó su depresión y tuvo la esperanza de que Carolina hubiera vuelto a su normalidad triste. Era preferible eso a la autómata-feliz- con-su-marido de la ultima vez.

- Hola chicas, por lo menos alguien se digna charlar conmigo de vez en cuando.
- ¡Ja! Justo vos Caro diciendo eso, como si no te sobraran amigos.
- Me Tomás el pelo? Si no fuera por los amigos de Emi no tendría vida social.

Marita tragó saliva. Aquello iba de mal en peor. Carolina continuaba hablando casi sin importarle si la escuchaban:

-…eso me pasa por no haberme dedicado a mí. Claro, con un marido exitoso parece que está todo solucionado en la vida. Pero una necesita algo más. No se puede andar por la vida siendo " la Señora de"...

La prima de Marita, que no conocía mucho a Carolina, la escuchaba solidariamente. Marita no sabía si pegarle, mandarla al médico o llamar a la policía.

Unas horas después se despidieron. Marita se quedó con la misma sensación de inutilidad que en sus últimos encuentros.

8.

Emiliano miraba alternativamente al policía y a la comunicación que este le entregaba. Incrédulo, repasaba aquellas palabras que había visto varias veces dirigidas a amigos y que tanto temía:

" la Sra. Carolina Robles se presentó ante esta empresa y, en pleno uso de sus facultades, expresó su voluntad de ser transferida a otro sector galáctico y que se eliminaran los registros de dicha transferencia. Solo a los efectos legales se hace esta comunicación y se recuerda que todo intento de contactarse con la persona transferida será perseguido y castigado con toda la fuerza de la ley"

- Pero no pueden transferirla- dijo casi sollozando - ¡ella no tiene uso de razón! ¡Ella está usando un dispositivo inductor de recuerdos, eso falsea sus emociones!

El policía reaccionó tranquilo, estaba acostumbrado a todo tipo de mentiras de maridos abandonados
- Señor, todos esos dispositivos están rastreados por el sistema central las 24 horas. ¿Usted se cree que su esposa es capaz de tener uno funcional y quitado del sistema solo para abandonarlo?  Lo lamento pero la realidad es más simple: las mujeres se cansan, es eso. Por lo menos su mujer no se fue sin despedirse – El policía extendió la mano:

- Mire, esto es para usted

Emiliano recibió la grabación que le dió el policía y la encendió inmediatamente. En la imagen Carolina le sonreía y le decía:

Nunca podré agradecerte todo lo que me enseñaste y me ayudaste. Cómo te acordaste de mí a pesar de mis fracasos y tus éxitos. Pero no quiero ser más una carga para vos. Yo sé que un día no me soportarías mas y te irías. Prefiero irme yo y dejarte tranquilo. Me llevo tu último regalo. Tu música, mi música, sigue conmigo.

9.

Sin embargo, en el viaje intersistemas no estaban permitidos los dispositivos personales de música. Carolina tuvo que quitarse su preciado regalo y durmió con una extraña tranquilidad. A miles de kilómetros de allí una Carolina timorata amanecía en un nuevo mundo que para ella parecía más nuevo que para cualquiera. Sentía recobrar su autoconfianza y decidió no ponerse las caravanas.

 - Por unos días será mejor escuchar música nueva - se dijo