sábado, 11 de diciembre de 2010

Todo tiempo pasado

¡Atención, atención! Llega a Montevideo tu sueño hecho realidad. Por primera vez tendrás la posibilidad de viajar en el tiempo. Como siempre lo soñaste. ¡Atención, atención! Llega a Montevideo...

Los cuatro amigos sonreían nerviosamente. Desde que supieron que los viajes en el tiempo comenzaban a estar disponibles comercialmente, no hicieron otra cosa que ahorrar y esperar. Los cuatro tenían oficios diferentes, pero a todos los unía la fascinación por la historia. Aunque ninguno era historiador profesional, las charlas sobre hechos históricos o sobre la vida en otras épocas eran el punto obligado década una de sus reuniones.

Por eso, cuando se dieron cuenta de que iban a poder vivir otras épocas, se revolucionaron. Comenzaron a preparar sus viajes en el tiempo e hicieron un pacto. Ninguno contaría a que momento o época histórica viajaría. No había que interferir en los proyectos del otro. Solo a la vuelta compartirían las enormes alegrías de aquellas vistas a sus sueños.

El día antes de comenzar sus viajes se reunieron alrededor de la mesa de siempre. Brindaron, casi en silencio y se prometieron el reencuentro en el mismo lugar.
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Marcelo fue el último en llegar. En la mesa hacía rato que reinaba un silencio incómodo. Él se dio cuenta de que las caras no reflejaban la alegría esperada pero poco le importó. Llegó y empezó a hablar. Casi sin parar, se sacó de adentro la amargura que trajo de aquel viaje.
"ustedes saben que yo no soy muy profundo. No resisto grandes análisis ni me gustan los procesos lentos. Yo fui buscando acción. Yo fui a buscar los momentos de las grandes decisiones históricas. Yo quise ver a los grandes hombres cambiando el mundo"

Recién ahí miro a sus compañeros. Parecía haber quebrado un gran bloque de hielo que los había estado congelando. Las caras revivían escuchándolo. El también revivía. Tomo un vaso de agua y prosiguió.

" ¿saben que encontré?...mierda. Quise ver la génesis del socialismo y me enteré que las grandes discusiones entre Bakunin y Marx no eran mas que elaboraciones teóricas de problemas personales. No lo podía creer.
Me calenté, me fui a la edad media y ví morir miles en guerras nacidas en los caprichos de un rey. El tiempo de mi viaje se terminaba. Harto de los dirigentes, quise buscar a los genios. Estuve con Einstein y supe que era un viejo egoísta incapaz de querer a las personas que lo rodeaban...

...no hay grandes decisiones. Solo hay enormes casualidades"

Terminó casi llorando.
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Después de consolar a Marcelo, los demás se miraron. Ángela tomo la palabra:
" yo estaba convencida que podía encontrar a comunidades en equilibrio con la naturaleza. Quise convivir con gente que trabajaba para ganarse el pan sin destruir todo a su paso. Yo me fui a Europa a mediados del siglo XVI. Viví unos meses en un pueblito donde me recibieron con naturalidad y donde, por un ratito, fui feliz. Pero a finales de la primavera ( justo la época mas feliz!) apareció el primer enfermo. Obviamente, las pócimas y brebajes no le hacían mucho efecto. Pero eso no fue lo peor. Alrededor del enfermo, día y noche, había gente rezando. Niños y viejos, mujeres y varones, todo el pueblo paso por ahí. A las dos semanas ya había decenas de contagiados. Yo no sabía como ayudarlos, quise explicar el origen de la enfermedad y me dijeron que Dios estaba enojado. Por eso rezaban y se congregaban en torno a los enfermos. Propuse aislar a los moribundos y casi me echan del pueblo. Antes de volver, enterré al último habitante. Atrás mío quedó un pueblo fantasma"

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Darío empezó su cuento casi avergonzado. "Sabían que lo mío iba a tener que ver con el fútbol, ¿no? Imagínense lo que ha sido crecer con cuentos que venían desde la época de mi bisabuelo endiosando el fútbol de los comienzos. Yo quise vivirlo. Cuando presencie el primer partido de los años 40 pensé que algo en el viaje estaba mal....no podía ser tan lento. Nunca, nunca me aburrí tanto en un estadio de fútbol.
Ví jugadores obesos, canchas descuidadas, estadios incómodos. Avancé unos años, ví las primeras Libertadores...¡una vergüenza! Tipos que entraban a la cancha a lesionar salvajemente al rival, jugadores armados con alfileres, la policía hostigando al cuadro visitante. Me metí en los vestuarios y ví a jugadores recibir palizas por no ganar (o por no perder) partidos. Ví todos los arreglos posibles entre dirigentes que compraban árbitros, periodistas y jugadores como una cosa de todos los días.
Nada de lo que ví se parecía a deportividad o juego limpio, eso en el pasado no existía.
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Mariana fue la última. "para mí no había muchas opciones, así que fui directamente a Galilea en el año 30. Yo quería escuchar su mensaje sin intermediarios. La verdad es que tenía miedo de que nadie supiera de un profeta o de un maestro que enseñaba en público. Cuando llegué, le pregunte a anciano que rápidamente me llevo a escuchar a su maestro. Decía cosas hermosas y yo estaba extasiada. Sinm embargo al día siguiente encontré en la plaza a otro hombre que enseñaba y que también decía ser el profeta. Tan convincente como el primero, con tantos seguidores como el otro. Encontré decenas de ellos. Con la vida de cualquiera de ellos se pudo escribir el evangelio. Yo fuí a buscar al hombre que cambió el mundo. Encontré un mundo que esperaba un cambio y a cientos dispuestos a tomar ese lugar.

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Estaban más aliviados, de eso no había duda. Al rato, en medio de las angustias y decepciones que habían traído de los viajes, empezaron a aparecer anécdotas divertidas, aprendizajes, sorpresas agradables.
Reían, reían otra vez. Habían vuelto a su tiempo y ya habían aprendido que todo tiempo pasado es mejor solo cuando se lo mira desde el presente.

domingo, 21 de noviembre de 2010

¿quién precisa a los varones?

A principios del siglo XXII, algunas comunidades humanas, especialmente las de los planetas colonizados más lejanos, decidieron volverse exclusivamente femeninas.

Las mujeres ya superaban ampliamente en número a los hombres y esto era especialmente notorio en las clases dirigentes. Además, a esa altura de la evolución tecnológica hacía mucho que los varones no eran necesarios ni para la reproducción ni para el placer sexual. La partenogénesis era una realidad y la creatividad sexual había ampliado mucho las posibilidades. De hecho, el gusto por el sexo con varones reales era  una rareza de minorías. Incluso para esas aficionadas a los varones, las posibilidades de sexo virtual superaban ampliamente las limitadas habilidades de los varones de carne y hueso.

Los buenos resultados iniciales sorprendieron a los más optimistas. Las nuevas comunidades de mujeres resultaron más eficientes y menos conflictivas. Al tiempo los índices de salud y economía se dispararon. Los humanos en todo el universo ya se imaginaban a los varones como piezas de museo.

Cuando las primeras comunidades exclusivamente femeninas ya tenían unos 20 años, en algún lugar del universo ocurrió un cataclismo profundo y sus repercusiones en los humanos no se hicieron esperar. Miles de comunidades a lo largo del universo debieron enfrentar situaciones planetarias extremas que afectaron fuertemente sus modos de vida.

De una forma u otra, cada grupo se defendió a su manera. Adaptándose y luchando trataron de salir adelante. Sin embargo, muchos no lo lograron. Colonias y hasta planetas enteros debieron ser abandonados.

Cuando llegó el momento de evaluar fue notorio que las comunidades exclusivamente femeninas habían llevado la peor parte. Las más eficientes y las menos conflictivas también habían sido las menos adaptables y las que tenían menos capacidad de enfrentar lo nuevo.

Después de todo, los varones todavía tenían un lugar entre los humanos. Aunque fuera simplemente por una cuestión de biodiversidad.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Juegos sexuales

 
- ¡50 años! ¡Hoy quiero que tengas 50 años!
- ¡Como te gusta esa edad! Bueno, ¿que más? ¿alta, baja?
- Bajita, morocha, asiática, de pelo largo y con algunos pequeños tatuajes en la espalda...
- Pero como estamos...cuantos detalles. Bueno, yo también quiero elegir...quiero algo nórdico, bastante juvenil, atlético, una espalda grande, no mucho vello...
- Color de ojos, pelo?
- mmm... no se... te lo dejo a tu elección


Los dos miembros de la feliz pareja se fueron a su lado de la casa y se aprovecharon de las ultimas tecnologías en cosmética. En realidad, la nueva ciencia se llamaba morfogénesis y era mucho más que un cambio superficial. Era la posibilidad de verse, escucharse, oler y saber "a la carte" cambiando libre y reversiblemente.


- ¡Eso! ¡Justo lo que quería!
- A mi también me gusta lo que veo. Vamos a probarlo...


Sin embargo, despues de tanta supuesta fantasía, el sexo fue correcto y adecuado... nada más. Media hora después, la charla tenía un tono melancólico. Ella hizo una pregunta que parecía surgida del fondo de los siglos:


- decime... ¿a vos te importo yo? Me refiero, ¿te importa lo que yo realmente soy?


El no contestó, aburrido. Quiso poner algo de música antigua y en el aire empezó a sonar un clásico del siglo XX:


"despierto en una erótica caricia y sin amanecer me estoy quemando. Ruego que antes del fin de la delicia, la luz me diga a quien estoy amando"

domingo, 31 de octubre de 2010

Disfraces

31 de Octubre de 2108 - En este Halloween, como todos los años, los hombres buscan en la historia los referentes de lo peor del ser humano, para disfrazarse. Las más macabras criaturas reales e imaginarias de los siglos anteriores aparecen en los disfraces que recorren las calles.

Como siempre, hay un disfraz que se repite y nos recuerda cuan bajo puede caer el ser humano. Es aquella criatura de finales del siglo XX y principios del XXI. El ejemplo de la cobardía y el egoísmo. El ser que mata y huye, el que solo se anima a atacar al débil y cuando tiene ventaja, el que es capaz de destruir la duradera alegría de muchos por un incomprensible y macabro placer momentáneo.

En este 2108, como todos los años, el disfraz de Barrabrava sigue siendo uno de los favoritos de Halloween.

viernes, 22 de octubre de 2010

El hombre robado

Fernández era un policía viejo y, además, anticuado. Esa fue una de las razones por la que le encargaron investigar aquella muerte.

Es que esto sucedió por el año 2075 y en esa época la mayor parte de los asesinatos ocurría sin violencia. Alguien accionaba un mando y otro se pulverizaba, desaparecía, dejando apenas una nube en su lugar. La modernidad de las armas había convertido el homicidio en un acto casi quirúrgico, una especie de extirpación de los individuos indeseables.

Pero este caso era diferente. Tenía todos los ingredientes de los asesinatos de otra época. Una escena del crimen desordenada, bañada de sangre, con rastros de lo que parecía una larga pelea cuerpo a cuerpo y un cadáver prácticamente destrozado.

Fernández enseguida notó que esto no era nada anticuado y que no iba a ser fácil. El Sr. Patricio M., la víctima, efectivamente había librado una larga y cruenta lucha…pero ¿contra qué? No había en todo aquel cuarto ni el más mínimo rastro de otro ser.

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No había sido un buen amanecer para Bellini, el vendedor de recuerdos, que estaba malhumorado e irritable. La semana anterior había hecho una muy buena venta y, sin embargo, en vez de alegrarlo lo había dejado nervioso.

Había sido una de esas cosas demasiado buenas para ser verdad. Una esposa con ganas de hacerle un buen regalo a su marido que no discutió precios y que pagó por adelantado.

En esa época estaba de moda implantarse recuerdo de viajes, de conocimientos, de emociones nunca vividas. Podían ser recuerdos de otros, cuidadosamente registrados y almacenados pero lo que más se vendía eran recuerdos sintéticos porque eran más baratos. Bellini implantaba recuerdos y , cuando podía, ofrecía alguno de su colección. Últimamente, sin embargo,  la gente llegaba con algunos recuerdos baratos comprados por ahí y Bellini no hacía buenos negocios.

La clienta de la semana pasada también había traído ella los recuerdos que le iba a regalar a su esposo. Pero no eran recuerdos baratos, eran recuerdos artificiales de exquisito diseño. Un artículo caro y por eso Bellini se animó a cobrar mucho. Era lunes y la señora pagó y no discutió. El viernes su marido se presentó, Bellini le implantó los recuerdos y el hombre se fue un poco confundido pero feliz. La confusión era común luego de los implantes de recuerdos así que a Bellini aquello no debía preocuparle.

Sin embargo, algo no cerraba. Una semana después a Bellini lo llamó la policía.

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Cuando Fernández investigó el entorno del muerto, nada parecía fuera de lugar. El Sr. Patricio M. viajaba por trabajo y murió en el hotel donde solía quedarse cuando iba a esa ciudad. Tenía un buen trabajo, una buena familia, nadie que pudiera parecer un enemigo. El Sr.Patricio M. llevaba una vida que hasta parecía aburrida.

Mimi, la esposa de Patricio, no pudo mencionar nada especial que hubiera ocurrido en los últimos días. Estaba especialmente amargada porque el viernes de su muerte el había querido comunicarse con ella pero hubo un cliente que la mantuvo ocupada todo el día.

Patricio solo pudo dejarle un mensaje de agradecimiento que ella repasaba una y otra vez. Ella se culpaba, no había podido atenderlo cuando seguramente el más la necesitaba. Y todo por un cliente que al final no compró nada.

Fernández revisó los registros de los movimientos de Patricio el viernes de su muerte. Del hotel sólo había salido un rato en la mañana . Los empleados lo habían visto algo confundido cuando volvió.

Fernández intuyó algo. Registró los movimientos de vehículos y vió quien fue la última persona visitada por Patricio.

No pudo evitar una mueca de asco. A Fernández le molestaban mucho esas modernidades de implantarse recuerdos.

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-          Una sesión normal. Hasta rápida diría yo. Los recuerdos eran de muy buena calidad, los había traído la esposa el lunes anterior.
-          ¿Cómo eran los recuerdos?
-          ¡No podemos espiar los recuerdo que implantamos! Esto es un lugar serio.
-          ¡No te hagas el idiota! ¡A la mañana estuvo acá y a la noche lo tuvimos que despegar con cucharita de las paredes del hotel! ¡O ayudás o cerramos este serio negocio en menos de lo que demorás en nombrarlo!
-          Tranquilo, tranquilo. Era un típico regalo de esposa. Recuerdos de viajes juntos, ambientes románticos. El nombre de ella una y otra vez. Ivana por aquí, Ivana por allá.
-          ¿Cómo dijiste?
-          Ivana, el nombre de la esposa ¿Por qué?

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La cara de Mimi palideció. Hacía mucho que no escuchaba ese odiado nombre.

-          La única Ivana que hubo en la vida de mi esposo desapareció hace tiempo. Ella lo persiguió de mil modos, quería robármelo. Lo acosaba y después desaparecía por meses. Hasta que un día no apareció más. Despues de algunos años bajamos la guardia. La creímos curada o definitivamente alejada o muerta. No sé, nunca esperé escuchar ese nombre otra vez.

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La presentación estelar del Congreso Mundial de Memotransplantes del año 2075 se titulaba “Rechazo en los transplantes de memoria. Casos extremos.”

En ella se detallaba el caso de un paciente que “…habiendo recibido un transplante involuntario mediante un engaño delictivo, se vio enfrentado al conflicto entre los sentimientos provenientes de los recuerdos artificiales y los de su propia naturaleza. La reacción sobreviniente incluyó una severa reacción de autodestrucción que …”

Las crónicas policiales eran menos precisas pero más exactas. Hablaban del procesamiento de Ivana por instigadora de un crimen pasional. Más difícil fue definir el asesino. Según la opinión más extendida Patricio M. había luchado contra los recuerdos invasores y finalmente había destruído violentamente su propio cuerpo para evitar que le robaran su vida y su verdadero amor. Como los pueblos que, vencidos en la guerra, huyen quemando sus ciudades antes que dejarlas en manos del enemigo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Desempleo: 100%

Se acercaban las elecciones y los gobernantes estaban deseosos de dar buenas noticias al público. Por eso, aquel candidato a la reelección de fines del siglo XXI sonrió satisfecho y comenzó su discurso:

“…y el trabajo del gobierno ha dado su fruto. Con la sustitución de los ultimos funcionarios humanos por sus equivalentes automáticos hemos dejado atrás definitivamente la era del trabajo humano obligatorio.
Ya ningun ciudadano deberá realizar una tarea que no desee pues la tecnología nos proveerá de nuestras necesidades.
Hemos eliminado también toda obligatoriedad en materia de educación. Ya no necesitamos formación alguna pues todo nos será provisto en abundancia por los autómatas…”

El discurso siguió detallando estadísticas que abundaban en los logros del gobierno. Discretamente, el hombre omitió mencionar que, sin tareas para hacer, la gente se suicidaba en una proporción jamás antes registrada.

El síndrome del domingo de tarde se había eternizado.

jueves, 7 de octubre de 2010

Tiempo de cambio

Otra vez.
Otro error en el trabajo debido a su falta de atención. Manuel sabía que no había sido nada importante pero era una nueva señal y esta vez no se iba a hacer el distraído.

A sus ciento treinta y dos años Manuel tenía que hacer el cambio de cuerpo. Es verdad que la mayoría de sus órganos tenía menos de 20 años, incluso hacía 5 que había hecho los último cambios y sin embargo este día había llegado. Ya no podía andar con un cuerpo todo emparchado....había que cambiar todo y chau.

Se miró detenidamente. Recordó los libros de historia, las épocas en que la gente llegaba a “viejo”.

No, no. Claro que el nunca vería su piel arrugada, no sufriría de males degenerativos y ni siquiera sentiría la fatiga propia de un cuerpo maduro. La tecnología de su época le aseguraba un recambio permanente de “piezas” y , cuando ya no eran posibles más cambios, llegaba el momento de “mudarse” a un cuerpo nuevo. Cuerpos siempre disponibles, a demanda, a la moda.

Manuel se sintió afortunado de haber nacido en esa época. Pero...¿por que esta molestia? ¿sería eso que llamaban “la crisis de la primera mudanza?

Un miedo más profundo le llegó de la mano de un recuerdo. Hace tiempo, alguien muy querido le había dicho que la verdadera vejez estaba en la mente y que de eso no te salvaba ningún cambio de cuerpo.

Tragó saliva.

Que sensación molesta...

sábado, 2 de octubre de 2010

Gangas

- te ofrezco doscientos...
- no... doscientos cincuenta es mi ultima oferta.
- hecho!

El vendedor suspiró. Había ganado la ultima pulseada del día pero estaba lejos de considerar doscientos cincuenta como un buen precio.

"¡Doscientos cincuenta por una vida entera, auténtica, con buena salud y una familia continentadora! No, no...doscientos cincuenta es muy poco." 

El cliente ya se preparaba para su implante de memoria pero el vendedor todavía refunfuñaba y se lamentaba.

"Pensar que antes cualquiera pagaba una pequeña fortuna por un puñado de recuerdos felices. Y ahora, años de buena vida se malvenden por poco." 
"Claro, la culpa es de los sintetizadores de recuerdos. Esos imbéciles llenaron el mercado de basura barata. Ahora todo el mundo quiere acordarse de aventuras exageradas, de sensaciones límites. No ven que todo es copiado, que todos recuerdan lo mismo"

- ¿Y jefe? ¿va a empezar o no?
- Ya va...

"En cambio lo mío es arte. Recuerdos auténticos cuidadosamente guardados. Por ejemplo esta memoria original de fines del siglo XX...¡que momentos! ¡que belleza! ¡que recuerdos!"

El vendedor dejó de lamentarse y comenzó la transferencia. 
Mientras la hacía miraba en la máquina fragmentos de la memoria que ahora eran de su cliente. Imágenes, olores, voces.
Prestó atención. En la máquina Pablo Milanés cantaba "La vida no vale nada".

martes, 28 de septiembre de 2010

El coro


A principios del siglo XXI ocurrió la tan temida invasión al planeta Tierra.
Una raza guerrera hacía tiempo que vigilaba a los humanos. A partir del estudio de diversos humanos secuestrados durante años conocía las posibilidades y debilidades de los habitantes de la Tierra.

Lo habían calculado minuciosamente. La invasión no sería fácil pero la victoria era segura. El factor sorpresa sería un importante aliado de los invasores y, por más que los humanos fueran seis mil millones, no había ser en este mundo capaz de oponerse a los que venían a dominarlo.

Confiados en sus fuerzas, los invasores enviaron la primera misión de reconocimiento y control. Su tarea era fácil: hacer una demostración de poder frente a algunos cientos de personas y dejar que el pánico recorriera el mundo. Despues de eso, atacarían masivamente a un mundo aterrorizado y desprevenido.

El lugar elegido era como cualquiera. El ser encargado de dar el primer paso de la invasión apuntó sus instrumentos a aquella reunión de algunos cientos de personas, los miró y escuchó. Se aseguraba que no hubiera nada extraño y en pocos instantes daría la orden de bajar.

En el medio del jardín, los humanos conversaban y disfrutaban de la tarde soleada. Nada sabían de lo que se escondía en el cielo y solo callaron un poco cuando alguien llamó la atención para hacer unas presentaciones.

Luego de la presentación, el coro empezó a cantar. Decenas de voces, que eran una sola. Decenas de gargantas fundidas en una canción con vida propia. Cientos de pulmones que procuraban respirar despacito, embelezados con tanta belleza. Cientos de manos que, cada tanto, explotaban de júbilo al unísono.

Desde el cielo, el encargado dudó extrañado. Los instrumentos mostraban una voz con una potencia inusitada, mostraban que el jardín latía como un sólo ser. Sin embargo, el podía ver a los humanos individuales, no demasiado distintos a los que ya concía.

En ese momento se dió cuenta. Los humanos tenían una propiedad desconocida para los invasores: podían amalgamarse en entidades superiores. El coro era la prueba. Su voz, su fuerza, su magia, era del todo superior a la suma de sus partes.

Era un error demasiado grande, una imprevisión crítica. La invasión fué rápidamente suspendida.

Cuando el coro terminó, el público agradeció emocionado. Nunca lo suficiente.

Una sonrisa de otro mundo

Fue su sonrisa lo que lo hizo cruzar la línea.

Hasta ese momento, se habian visto un montón de veces y habían hablado unas pocas. Pero sus vidas transcurrían como las hebras que forman una trenza: daban vueltas y vueltas en torno a la del otro, pero nunca coincidían.

Para ese entonces hacía como diez años que se conocían. Tenían amigos en común, vivían cerca y una extraña serie de coincidencias los había hecho encontrarse una y otra vez. Por eso pasaron de los saludos a pequeñas charlas de las que él siempre recordaba esa sonrisa. Esa sonrisa.

La excusa para acompañarla a su casa fue insignificante. Ayudarla con unos paquetes, una mascota escapada, algo que el nunca recordaría. Sin embargo lo que seguro no pudo olvidar fue lo que vio y sintió cuando la puerta se cerró detrás suyo.

Simplemente, ella no era de este mundo.

Las cosas del otro lado de esa puerta eran diferentes, aunque no tanto como para asustar. Lo que a el le pesaba era esa abrumadora sensación de novedad, esa certeza de que en esa casa (¿en ese universo?) todo era de otra clase, de otro sistema y había sido pensado para que lo usaran y disfrutaran otros seres.

Guiado por la sonrisa y su portadora, estuvo un tiempo tras esa puerta y volvió a su mundo sin poder contarle nada a nadie. Le asustaba la responsabilidad de lo que ahora sabía y sin embargo, tenía la seguridad de que nadie le iba a creer.

Solo para confirmarselo a si mismo, llamó a esa puerta tres o cuatro veces más. Siempre le abrieron, siempre le sonrieron y, en realidad, nunca pasó mal. Pero finalmente se despidió para ya no volver.

Luego de eso, no hubo más casualidades. No la vio nunca más, pero los recuerdos de lo vivido demoraron años en desvanecerse. Como en el gato de Cheshire, lo ultimo que quedó fue la sonrisa.

Sin parar

Ella simplemente no podía parar. Durante la mitad de su vida se llamaba Ana Luisa y era bastante autoexigente. Trabajaba mucho, se preocupaba por los demás y llegaba a la noche muy cansada.

Cuando finalmente se dormía la que despertaba era Luisana. Que era ella misma y que seguía trabajando y exigiéndose.

Luisana era el sueño de Ana Luisa. Ana Luisa era el sueño de Luisana. Y cada una, que eran la misma, cumplían el anhelo de la otra de nunca parar, de trabajar cuando ya no se puede, de descansar trabajando.

Como trabajaban tanto, dormían profundamente. Y por eso no tenían muchos recuerdos una de la otra. Sin embargo sus vidas eran absolutamente complementarias, porque ellas eran una. Cuando Ana Luisa dormía una siesta, Luisana tenía insomnio. Cuando el esposo de Luisana la despertó de improviso en medio de la noche, Ana Luisa se desmayó en el mismo instante.

Así vivieron muchos años cada una con sus familias y sus amigos y las dos con sus vidas complementarias. Sobrevivieron a sus seres queridos y empezaron a gozar de una ancianidad feliz. Los demás del mundo de cada una les envidiaban aquella sensación de parecer acompañadas aún estando tan solas.

Sin embargo, una noche, una mañana, ella no logró dormirse, no logró despertarse. Pasó un rato deambulando en una penumbra confusa y se dio cuenta que le costaba reconocerse. Se levantó pero no reconoció aquella casa. Encontró un espejo, acercó una luz y se miró.

Sonrió cuando supo que su nombre ya no importaba. Supo que era ella y que ahora empezaba algo mejor.

Joker

La misión de los Banndiera era hacer del suyo un mundo divertido. En realidad, más que una misión, era una obsesión.
Según los Banndiera sus dioses los observaban y, si llegaban a aburrirse, podían decidir “empezar de nuevo”.
Como cuando uno se aburre del solitario y decide barajar el mazo, como cuando arrugamos el papel con un boceto no convincente y empezamos otro en la siguiente hoja del block.
Cuando los dioses de los Banndiera se aburrían, el mundo dejaba de ser como lo conocíamos. El gran cataclismo traía el fin de estos tiempos y luego un mundo virgen surgía con promesas de mejor diversión para los dioses.

Por eso la vida de los Banndiera era un sinfín de fiestas, desafíos y nuevas actividades.

Para los visitantes, eran un pueblo envidiable. Solo los que los conocían de verdad sabían que el verdadero móvil de aquel pueblo era el miedo. Un convencimiento general de que la monotonía conllevaba la destrucción.

Movidos por el miedo los Banndiera buscaron eterna y frenéticamente la diversión y la novedad. Hasta que una vez, sin nuevas ideas, se repitieron. Aquella noche durmieron para ya no despertar.

YO, EL, ELLA

Se repitió una y otra vez “YO soy el terapeuta, EL es el paciente”…pero por detrás de su paciente ella le guiñó un ojo.
Ella, que desde hacía 10 años solo existía en la imaginación enfermiza de su paciente.
Entonces simplemente dijo ”Carlos, creo que ya no podré ayudarte más”
Y empezó a planificar la noche que pasaría…con ella.

Libido

Sucedió a mediados del siglo XXI.
Cuatro o cinco ideas cristalizaron y la comunidad científica desarrolló un método para mapear todos los receptores del cerebro humano.
Luego de eso, la química orgánica hizo su tarea y las nuevas drogas fueron hechas exactamente a medida de cada uno. Podían controlar el humor, la actitud, la sensibilidad, el carácter y mucho, mucho más.

Pero lo que verdaderamente revolucionó a la humanidad fue un dispositivo terapéutico en forma de puntito diminuto y programable que suministraba esas nuevas drogas de forma fácil y eficiente.
Al principio lo llamaron “Dispositivo intracraneano de administración farmacológica directa” y fue una exclusividad de las grandes corporaciones.
Los profesionales de la medicina poseían ahora la llave para convertir a cualquiera en un ser “normal”. No más esquizofrénicos, no más depresivos, no más maniáticos compulsivos.

Al tiempo dieron un pasito más: no más ansiosos, no más hiperactivos, no más distraídos.

Por esa época comenzó un debate acerca de la “normalidad” y la libertad. Había quienes peleaban por el derecho a ser diferentes más allá de los estándares de las clínicas. Sin embargo, el nuevo dispositivo y su normalidad química avanzaba firmemente en los mercados mundiales. Hubo años en que fue el artefacto más vendido en casi todo el mundo.

Y justo cuando parecía que la igualdad uniformizante llegaba a cada persona en el mundo, sucedió.

Alguien (¿uno, muchos?) descifró los códigos. El aparato de tecnología exclusiva y costo de millones ahora podía ser programado por cualquiera. Enseguida aparecieron laboratorios piratas que vendían las drogas para recargar tu nuevo dispositivo “desbloqueado”. Y muchos descubrieron que el aparato podía ser “sintonizado” en estados muy diferentes de la apática normalidad institucional.

¿Querías vértigo? ¿Querías excitación? ¿miedo, autoestima, simple placer o éxtasis? Todo podía ocurrir simplemente alterando los mandos. La gente se sentía otra vez dueña de su sentir. Por supuesto ya nadie llamaba al dispositivo por su nombre oficial. Le decían “Little Big Dot” o simplemente Libido.

El descontrol fue fenomenal. Masas enteras de humanos dedicadas a disfrutar , a explorar nuevas posibilidades y a renunciar a toda forma de control exterior.

La fiesta no duró mucho. Libido fue prohibido y sus fabricantes perseguidos. 20 años después de su lanzamiento ya nadie hablaba de él.

Por lo menos no en público.