Desperté con sensación de miedo. Quizá por eso no quise moverme. Los dolores que sentía por todo el cuerpo tampoco invitaban a una reacción rápida. Entreabrí un ojo y el miedo dejó de ser una sensación vaga para derramarse por todo mi ser en un temblor que pensé que me delataba.
A unos metros de mi uno de los otros vigilaba. Pero no fue eso lo que me dio más miedo sino la inmediata conciencia de despertar en medio de una montaña de cadáveres.
Evidentemente, la batalla había sido una completa derrota y mi cuerpo, tomado por un cadáver más, había sido tirado junto a los de aquellos desgraciados que ayer habían combatido conmigo.
Por eso el otro no estaba alerta, por eso no advertía mi temblor. Ellos habían ganado y ahora simplemente administraban los cadáveres del enemigo.
Pero había algo más…nos estábamos moviendo. Y ese ruido…estábamos en un vagón de tren que se movía lentamente. ¡Los otros estaban transportando cadáveres de humanos! ¿con que intención?
Cuando el otro se movió al vagón de al lado junté fuerzas y sigilosamente me moví. Pude arrastrarme al espacio entre dos vagones y darme cuenta a donde nos llevaban.
Ayer, atrapado entre esos vagones y con aquel otro al lado, supe que estaba por lograr lo que habíamos intentado durante meses. Estaba entrando en territorio enemigo y la impresionante derrota sufrida había valido la pena.
Conmigo viajaba la destrucción de todo los otros. Los cadáveres que me acompañaban no habían muerto en vano.