Cuando la hormiga llegó hasta el punto donde la estepa se convertía en desierto, no se dio cuenta que aquella plantita había colonizado un suelo verdaderamente inhóspito. La planta había tenido una vida difícil, pero había logrado adaptarse al más salino de los suelos y a los vientos cálidos y secos. Cuando por fin había logrado extender sus hojas para alimentarse de la energía del sol, llegó la hormiga y en unas horas acabó con el desarrollo que había llevado años.
La hormiga llevó sus pedacitos de planta al nuevo hormiguero. Junto con cien mil hormigas más recorrían hectáreas de estepa para llevar alimento a su colonia. Colonia que estaba a medio camino entre la casa del hombre y su gallinero. Un día el hombre decidió limpiar el camino y no se dio cuenta que con su limpieza desbarataba miles de pequeños esfuerzos. La escoba barrió con depósitos de alimentos, plantíos microscópicos de hongos, el cadáver de la reina y cientos de larvas y huevitos. El hombre se limpió el sudor, cansado de trabajar.
Al hombre le daba mucho trabajo aquel pedazo de tierra. Pero el y su familia amaban aquel paraje como el más preciado. Aquella región que los turistas solo veían como un desolado paisaje al costado de la carretera había sido el hogar de sus ancestros, era el de ellos y esperaban que fuera el de sus hijos. De nada de esto se dio cuenta el gobierno cuando eligió ese terreno entre los que se usarían para las excavaciones en busca de minerales. La nueva riqueza parecía al alcance de la mano y ya había muchos planes para su utilización. Cuando las excavadoras llegaron, no hicieron mucha diferencia entre lo que había sido una casa, un patio o un gallinero.
Bienintencionado como pocos, aquel gobierno invertiría lo obtenido en salud, educación y ayuda a los más pobres. Después de años de olvido, era el momento justo para acordarse de los sectores más necesitados. Los precios internacionales de los minerales no paraban de subir y para aquel pequeño país era la oportunidad de dar el gran salto al desarrollo. En el otro lado del mundo, sin embargo, los todopoderosos de los centros financieros movían las piezas sin darse cuenta de sus consecuencias. Y en un intento más por salvar al sistema financiero global tomaron decisiones que dejaron fuera del mercado a varios pequeños países jugados al comercio de metales. Ni siquiera se enteraron que, con la salida del mercado, aquel país condenaba a una generación entera al subempleo, se iban a la basura los planes de ayuda a pobres y la educación volvía a ser un privilegio muy minoritario.
A una distancia miles de veces mayor que la que separaba al pequeño país de los centros financieros, otros seres tomaban decisiones. A ellos tampoco les importaba toda la historia acumulada en el tercer planeta del sistema solar. Urgidos por su día a día decidieron terminar con ese y con otro miles de planetas. Ellos tampoco se daban cuenta.