Termino el relato, rápidamente apretó "intro" y lo envió al concurso. Cuando lo releyó, vió que el autocorrector de su ordenador le había cambiado una palabra y con ella el sentido del cuento. Desesperado, quiso editarlo, cambiarlo, borrarlo. Nada de eso era permitido por el reglamento del concurso. El relato que él no quiso publicar estuvo entre los finalistas. Cuando llegó el próximo concurso decidió escribir sin pensar pero con el autocorrector habilitado.
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