viernes, 24 de junio de 2011

Incomunicados



1.

Al principio fue un tema que salía en los titulares de los diarios. Unas semanas después, sin embargo, las noticias había que buscarlas en los rincones de las páginas menos leídas.

Eso a Natalia no le importaba, abrió el diario del Domingo y buscó en cada sección. Ella seguía cada novedad sobre esa tribu aislada recién descubierta en el Amazonas con la misma pasión que sus compañeras de clase seguían la telenovela de las 21:00.

Es que para aquella estudiante de preuniversitario que dudaba entre sus ganas de estudiar Antropología y las presiones familiares por seguir carreras más “útiles” esa noticia había sido una especie de liberación. Estudiosos del tema (¿en el futuro serían sus colegas?) hablaban en televisión, se abrían foros para que el público opinara y la gente “común” discutía sobre si había que ir al encuentro de culturas o dejar en paz a aquellos recien “descubiertos”.

Natalia, sin embargo, no participaba en aquellas discusiones que le parecían infantiles. Ella sabía que el tema era mucho más delicado y que había que alejarlo del maniqueísmo que hablaba por un lado de los “blancos invasores” y por otro de los “primitivos asesinos”.

2.

Se había interesado por el tema mucho antes que el común de la gente. Desde que comenzaron a llegar las primeras noticias de aquel satélite que descubrió las comunidades indígenas aisladas, ella estuvo atenta. El descubrimiento había sido suficientemente interesante como para que los científicos se pasaran casi una semana espiando cada movimiento en las aldeas. Y, al octavo día, la noticia llegó a la gente común.

Llegó de la peor manera, en los canales amarillistas y en los pasquines de los domingos. Porque en aquellas aldeas además de cazar, recolectar, cocinar y comer se cometían lo que parecían ser crímenes rituales. Espantosos crímenes contra los más indefensos. Torturas, asesinatos públicos, vejaciones.

La polémica se instauró en los medios. Unos preguntaban ¿el mundo “civilizado” tiene derecho a imponer sus normas de conducta a estas comunidades? Los otros contestaban ¿alguien tiene derecho a matar y torturar indefensos porque se lo considera parte de su “acervo cultural”?

3.

La primera reacción del gobierno fue enviar de inmediato una expedición que impusiera a los salvajes el orden de la sociedad civilizada. Sin embargo, al paso de los días la gente se fue olvidando y el gobierno prefirió evitar acciones militares en un territorio lejano de los centros de poder pero demasiado cercano a países limítrofes. Después de todo, este no había sido un buen año para la política exterior.

Por eso, cuando Natalia encontró finalmente la crónica que buscaba, esta sólo mencionaba que se había conformado una expedición científica que enviaría “señales” a las aldeas. La idea era no intervenir en sus vidas pero a la vez advertirles, de alguna forma, de la existencia de un superior gobierno que no les permitiría proseguir con los horrendos crímenes.

4.

Natalia reaccionó con desesperación. ¿Señales? ¿Qué tipo de señales? Necesitaba más explicaciones pero aquello ya no era de importancia para la prensa. La tercera sección del diario ocupaba más espacio en hablar de una nueva y extraña estrella variable recién descubierta o de los mecanismos para desarmar un peligroso enterradero ilegal de basura nuclear. Además, la tercera sección era la más pequeña.  La primera y segunda estaban dedicadas a la política, el deporte y otras cosas verdaderamente importantes.

5.

Hubo de esperar casi un mes para saber algo más. Otra escueta nota relataba el fracaso de los intentos de comunicación con los salvajes y la certeza de que nuevos asesinatos rituales habían ocurrido. Durante ese mes el asunto del enterradero nuclear había saltado a la primera sección del diario cuando un accidente provocó decenas de muertos y la dispersión de radiación en una amplia zona. Los grupos ambientalistas pedían suspender los trabajos pero los gobiernos aseguraban que se podía proseguir sin peligro. Con respecto al tema de la nueva estrella se había convertido en un rompecabezas para los astrónomos. Había surgido inesperadamente y variaba en patrones inexplicables. Algunos fantasiosos sugerían incluso que en esos patrones había un mensaje.

6.

La última vez que Natalia escuchó algo sobe aquellas tribus éstas probablemente ya no existieran. La televisión le informaba que, respondiendo a las presiones, los militares habían entrado en su territorio e impuesto la civilización. ¿Había habido muertos? ¿Qué futuro les esperaba a los ex-salvajes? Nada explicaba el noticiero. La preocupación seguía estando en la basura nuclear.

Natalia miró a través de su ventana y demoró en ubicar la nueva extraña estrella. Desde hacía unos días brillaba cada vez menos y pronto sería solo un recuerdo.
Señales, pensó. Nosotros tampoco entendimos las señales

7.

En algún lugar en el espacio, alguien también perdió la paciencia. No se podía dejar el planeta tierra en manos de una especie tan descuidada. Si no habían entendido las señales, peor para ellos. Era hora de actuar.

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