A principios del siglo XXI ocurrió la tan temida invasión al planeta Tierra.
Una raza guerrera hacía tiempo que vigilaba a los humanos. A partir del estudio de diversos humanos secuestrados durante años conocía las posibilidades y debilidades de los habitantes de la Tierra.
Lo habían calculado minuciosamente. La invasión no sería fácil pero la victoria era segura. El factor sorpresa sería un importante aliado de los invasores y, por más que los humanos fueran seis mil millones, no había ser en este mundo capaz de oponerse a los que venían a dominarlo.
Confiados en sus fuerzas, los invasores enviaron la primera misión de reconocimiento y control. Su tarea era fácil: hacer una demostración de poder frente a algunos cientos de personas y dejar que el pánico recorriera el mundo. Despues de eso, atacarían masivamente a un mundo aterrorizado y desprevenido.
El lugar elegido era como cualquiera. El ser encargado de dar el primer paso de la invasión apuntó sus instrumentos a aquella reunión de algunos cientos de personas, los miró y escuchó. Se aseguraba que no hubiera nada extraño y en pocos instantes daría la orden de bajar.
En el medio del jardín, los humanos conversaban y disfrutaban de la tarde soleada. Nada sabían de lo que se escondía en el cielo y solo callaron un poco cuando alguien llamó la atención para hacer unas presentaciones.
Luego de la presentación, el coro empezó a cantar. Decenas de voces, que eran una sola. Decenas de gargantas fundidas en una canción con vida propia. Cientos de pulmones que procuraban respirar despacito, embelezados con tanta belleza. Cientos de manos que, cada tanto, explotaban de júbilo al unísono.
Desde el cielo, el encargado dudó extrañado. Los instrumentos mostraban una voz con una potencia inusitada, mostraban que el jardín latía como un sólo ser. Sin embargo, el podía ver a los humanos individuales, no demasiado distintos a los que ya concía.
En ese momento se dió cuenta. Los humanos tenían una propiedad desconocida para los invasores: podían amalgamarse en entidades superiores. El coro era la prueba. Su voz, su fuerza, su magia, era del todo superior a la suma de sus partes.
Era un error demasiado grande, una imprevisión crítica. La invasión fué rápidamente suspendida.
Cuando el coro terminó, el público agradeció emocionado. Nunca lo suficiente.