Otro error en el trabajo debido a su falta de atención. Manuel sabía que no había sido nada importante pero era una nueva señal y esta vez no se iba a hacer el distraído.
A sus ciento treinta y dos años Manuel tenía que hacer el cambio de cuerpo. Es verdad que la mayoría de sus órganos tenía menos de 20 años, incluso hacía 5 que había hecho los último cambios y sin embargo este día había llegado. Ya no podía andar con un cuerpo todo emparchado....había que cambiar todo y chau.
Se miró detenidamente. Recordó los libros de historia, las épocas en que la gente llegaba a “viejo”.
No, no. Claro que el nunca vería su piel arrugada, no sufriría de males degenerativos y ni siquiera sentiría la fatiga propia de un cuerpo maduro. La tecnología de su época le aseguraba un recambio permanente de “piezas” y , cuando ya no eran posibles más cambios, llegaba el momento de “mudarse” a un cuerpo nuevo. Cuerpos siempre disponibles, a demanda, a la moda.
Manuel se sintió afortunado de haber nacido en esa época. Pero...¿por que esta molestia? ¿sería eso que llamaban “la crisis de la primera mudanza?
Un miedo más profundo le llegó de la mano de un recuerdo. Hace tiempo, alguien muy querido le había dicho que la verdadera vejez estaba en la mente y que de eso no te salvaba ningún cambio de cuerpo.
Tragó saliva.
Que sensación molesta...
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